Te presentamos un paquete de 1,250 g, que contiene 1 kg de callos y 250 g de morro de ternera ecológica. Están troceados, limpios y envasados al vacío en el mismo paquete.
Con su textura única, su consistencia firme y elástica y su sabor inimitable, los callos son los protagonistas de exquisitas recetas tradicionales. El morro enriquecerá aún más la textura gelatinosa del plato. Hay mil millones de maneras de degustar los callos, pues se comen en todo el planeta, principalmente en guisos elaborados con amor y tiempo.
Antes de cocinarlos, será necesario lavarlos de nuevo y blanquearlos. Ponlos en una cazuela con agua fría y medio vaso de vinagre y déjalos en ebullición durante unos cinco o diez minutos. Con esta operación desaparecerá el agresivo olor de los callos y aumentarás su digestibilidad al eliminar otras impurezas. Retíralos y lávalos bajo un generoso chorro de agua fría. Ahora están listos para ser cocinados de mil maneras y comienza la cocción “de verdad”.
Independientemente de la receta que elijas, los callos deberán hervirse durante al menos 3-4 horas, o de 60 a 120 minutos en la olla a presión (dependerá de la textura que desees). El morro requiere menos tiempo de cocción. Durante la cocción, los callos se ablandarán y se enriquecerán con los sabores de los ingredientes que hayas agregado (unas bolitas de pimienta, cebolla, laurel, …).
Puedes reservar el agua de la cocción para agregarla a la salsa con la que acompañarás tus callos, pues aportará una delicada textura gelatinosa. Si te sobra no la tires: úsala como base para hacer una deliciosa sopa.
Te aconsejamos estofarlos con esta sencilla pero exquisita salsa: pocha en aceite guindilla y cebolla hasta que se dore; añade los callos ya cocidos y pimentón ahumado. Tras sofreírlo agrega caldo de la cocción y llévalo a ebullición durante 7 minutos. Mientras, prepara una picada de ajo, perejil y almendras tostadas y tras añadirla a la sartén deja cocer todo 3 minutos más. Rectifica de sal y prepárate para chuparte los dedos. Estará mejor de un día para otro, como todos los guisos.
Ya puedes imaginar que tras comer un plato de callos no vas a tener una digestión simple y rápida, pero esto no es consecuencia de su contenido en grasa, sino de la estructura del tejido proteico y sobre todo, del resto de ingredientes con los que prepares tu plato de callos.
Los callos son un alimento magro, rico en proteínas de alto valor biológico y con una considerable cantidad de colágeno. No contiene glúcidos. Aportan buena cantidad de hierro y muchas vitaminas del grupo B (tiamina, riboflavina y niacina).
Sin embargo, podrían contener altos niveles de purinas: evítalos si sufres ataques de gota o elevados niveles de ácido úrico (hiperuricemia). Ten también en cuenta que tanto los callos como el morro tienen un contenido alto en colesterol (mayor que los cortes magros de ternera, pero menor que las mollejas o el hígado). Su consumo, por tanto, debe ser moderado.
Información nutricional por 100 g
- Valor energético 89 Kcal · 372 Kj
- Proteínas 15,8 g
- Hidratos de carbono 0 g de los cuales azúcares 0 g
- Grasas 5 g de las cuales saturadas 1,3 g
Conservar a ≤ 2º C
Cocinar antes de su consumo
Peso neto aproximado: 1,250 kg (1 kg de callos y 250 g de morro de ternera eco)
Vacuno nacido, engordado, sacrificado y despiece en España
En estos enlaces te explicamos cómo se cría nuestro ganado ecológico
Te enviamos nuestra Carne Buenísima envasada al vacío en paquetitos del peso indicado en la descripción del artículo.
Te recomendamos sacarla del frigorífico entre 20 minutos y una hora antes de cocinarla (dependerá del grosor del corte), para que se atempere y se cocine uniformemente.
Si la has congelado, sácala al menos 24 horas antes de cocinarla y deja que se descongele poco a poco en el frigorífico.
Toda nuestra carne es fresca. Puedes congelar lo que no vayas a consumir de inmediato.
Únicamente podríamos servirte ultracongelado el hígado u otras vísceras, debido a su corta vida útil. Te explicamos esta posibilidad en la descripción del artículo. En ese caso te informaremos para que lo tengas en cuenta.
No laves la carne ya que agua es un vehículo perfecto para facilitar la expansión de los microorganismos y podrías contaminar los alimentos. La mejor forma de higienizarla es el calor: cocínala siempre por encima de unos 65ºC. Si quieres consumirla en crudo te aconsejamos congelarla previamente.